El pulso
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Controlar el Pulso
El pulso: los antiguos ignoraban el fenómeno de la circulación de la sangre. Aristóteles viendo que las arterias se hallaban vacías en los cadáveres, creía que estos vasos servían únicamente para el transporte del aire y de ahí su nombre. Se creía que solo las venas llevaban sangre. Recién en 1628, el médico inglés Harvey, descubrió realmente la circulación general de la sangre.
Por la observación directa en un animal vivo pudo comprobar las contracciones del corazón y el paso de la sangre de éste a las arterias, mientras vio las venas vaciarse hacia el corazón, de esto dedujo el principio de la circulación general.
Las arterias constituyen tubos elásticos destinados a conducir la sangre hacia los distintos tejidos del organismo. La estructura de estas difiere en sus paredes de acuerdo a la distancia del corazón en que se encuentren.
En las grandes arterias, la elevada consistencia y elasticidad de sus paredes le permite no solo resistir convenientemente las altas presiones a las que se encuentran sometidas, sino también favorecer la propagación de la onda de presión por todo el árbol arterial, que se generó por la contracción cardíaca.
Se entiende por pulso arterial los latidos percibidos por los dedos al palpar una arteria superficial, sea por compresión ligera, o al oprimirla suavemente contra un hueso.
Esta sensación que se percibe aún a través de la piel y otros tejidos (si el espesor de ellos no es muy grande), se debe al cambio de presión y volumen que experimenta la arteria cada vez que pasa por el sitio explorado la onda de presión producida por la contracción del músculo cardíaco.
La compresión debe ser suave para contrarrestar el estado de distensión permanente en que se encuentra la pared arterial, y facilitar así el reconocimiento de la variación interna de la presión. La compresión excesiva, al producir un aplastamiento completo de la arteria, anula la percepción del pulso.
El pulso arterial constituye una actividad fisiológica de gran valor en la exploración clínica, y su utilidad diagnóstica continúa siendo importante, por mucho que se haya avanzado en los últimos años en el desarrollo de técnicas más complejas.
El pulso arterial se explora sobra la arteria radial que se encuentra en el extremo externo del antebrazo, es la zona donde esa arteria se hace bien superficial y puede ser comprimida fácilmente contra el hueso. Hay que tener en cuenta que no es el único lugar para investigar el pulso, en el cuello las carótidas, en los brazos la braquial, y en otros sectores del cuerpo, también se puede valorar.
Es decir que la mayoría de las arterias pueden ser perfectamente controladas en un examen clínico.
Una maniobra habitual realizada en la consulta médica de cualquier especialidad, es cuando el profesional nos toma la muñeca y con tres dedos y localiza por donde pasa la arteria radial.
En este examen se percibe la distensión de la pared de la arteria por la contracción cardíaca.
¡Cuántas veces nos han tomado el pulso!
¿Qué es lo que habrá observado el médico en este examen tan simple y tan breve?
Distintas e importantes propiedades del pulso. Las principales son las siguientes:
– La frecuencia del pulso. Se mide en cantidad de latidos por minuto. Habitualmente debe oscilar entre sesenta y noventa latidos por minutos.
Un pulso con frecuencia mayor indica que el corazón se contrae mas rápidamente que lo habitual. Esto puede ser consecuencia de fiebre, presión baja, anemia, estrés, esfuerzo físico, infecciones, insuficiencia cardíaca, etc.
Un pulso con frecuencia baja aparece en situaciones como las alteraciones gastrointestinales, pacientes con vómitos, presión intraocular, hipotiroidismo, pacientes con bloqueos en la conducción cardíaca, a veces en jóvenes deportistas, etc.
– la regularidad del pulso: Un pulso regular es aquel en la cual las ondas se paran a intervalos regulares de tiempo, un pulso irregular es lo contrario (arritmias).
– la amplitud del pulso: Es la magnitud de la onda pulsátil. Es decir, podemos hablar de pulsos fuertes, intermedios o débiles.
Los fuertes los encontramos en general en pacientes de hipertensión arterial, en algunas enfermedades de las válvulas del corazón, en anemias, en alteraciones de la función de la glándula tiroides, etc.
Los pulsos débiles los vemos en las taquicardias, insuficiencia cardíaca, shocks, etc.
– la igualdad del pulso: Un pulso es igual cuando todas sus ondas tienen la misma amplitud. Es desigual cuando la amplitud de sus ondas es distinta. Éstos últimos se observan en pacientes con aterosclerosis, insuficiencia respiratoria, insuficiencia cardíaca, arritmias, etc.
– la simetría del pulso: Decimos que un pulso es simétrico cuando la igualdad y la amplitud se mantienen en ambos brazos.
– la forma del pulso: Es la velocidad con la que la onda producida por la contracción cardíaca alcanza su expansión máxima. Desde este punto de vista podemos diferenciar los pulsos en rápidos, cuando este llega rápidamente a la distensión máxima de la pared de la arteria, y lentos cuando existe una mayor demora en llegar a la expansión máxima.
Estas alteraciones del pulso: (rápidos o lentos) se observan generalmente en pacientes con afecciones de la válvula aórtica (lugar por donde sale la sangre del corazón) hemorragias agudas, fiebres prolongadas, etc.
– la tensión del pulso: Depende de la presión arterial. La podemos entender como el grado de presión que debe ejercer el médico, cuando esta tomando el pulso, para vencer al onda pulsátil. De acuerdo a ello hablamos de pulsos duros o blandos.
En general los pulsos blandos se observan en pacientes con baja presión, insuficiencia cardiaca, anemias, shocks, etc., y los pulsos duros en pacientes con aterosclerosis, hipertensión arterial, etc.
¿Tiene importancia esa breve y habitual práctica médica de tomar el pulso?
Por todo lo que hemos visto, sin duda que SI.
La cantidad y la calidad de información que provee es de gran ayuda para dilucidar el diagnóstico.
Artículo: El Pulso
https://consultasmedicas.com/el-pulso/
Equipo de Consultas Médicas
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